Y es que en la élite del futbol profesional se vive más que
bien. Equipos que aguantan una, dos, o más de veinte temporadas en primera división, pero muchos de ellos, aspiran a posiciones en la tabla que luego no se corresponden con los resultados a finales de la misma. Unas veces, muchos de ellos, salvan por la campana un mal año y consiguen mantener la categoría, pero otras veces, esa fortuna que cae a favor de unos, perjudica a otros.
Estadio Carlos Tartiere durante un partido del Real Oviedo |
Aficionados que se acostumbran a la buena vida en primera, a
ver a los grandes, a quejarse cuando sus equipos no juegan, ganan y golean cada
semana. Pero la realidad es que la lucha por mantenerse cada temporada está más
dura que nunca y del barro, sólo se salvan diecisiete equipos, los otros tres, pierden
una categoría.
Pero no sólo es eso, se pierde el sueño de miles de
aficionados, se pierde el peso mediático de un equipo que aparece cada fin de
semana en los espacios deportivos, a perder esas visibilidad de la noche a la
mañana. Pasan de tener a nombres reconocidos en la plantilla a perder a los que hasta
el temido descenso, era de “los suyos” y ahora son “de los otros”.